El presidente de Olimpia, Marcelo Recanate, inauguró un estilo de conducción que ha revolucionado a nuestro apático fútbol, e introdujo un idioma agresivo, hasta grosero, que nos hace recordar la mejor época de Osvaldo Dominguez Dibb; que no deja muñeco con cabeza y que ha sacudido los cimientos de su propia directiva, a tal punto de cosechar algunas deserciones.
Desde el cumplimiento a rajatabla de sus promesas proselitistas, contratando una larga y costosa lista de futbolistas de primer nivel, para devolver a Olimpia a la senda de los triunfos, de los títulos y de saborear de campeonatos después de una década de sequía, especialmente en el plano local, pasando por sus megaproyectos; ha demostrado que su formación de empresario lo pone a disposición de su club, que se quedó con el recuerdo de glorias pasadas y en el pernicioso ocio de los momentos fastuosos de los años pasados.
Hoy una nueva generación quiere vivir a flor de piel las glorias de las que hablan los mayores, que vivieron personalmente esa época de esplendor, ser protagonistas de su propia euforia y sacarse de encima el estigma de ser una generación de perdedores, teniendo que asirse solamente al pasado para mantener un respeto muy venido a menos en los últimos años. Eso lo entendió Recanate que se rodeó de gente nueva en la dirigencia, jóvenes entusiastas y triunfadores en sus profesiones para gerenciar las diferentes áreas del club, y como muestra basta un botón, nunca el club ha cosechado en tres meses casi veinte mil socios, hinchas locos por la campaña del equipo, que no quieren perderse ni un solo partido camino al título.
Sin embargo, cada individuo es un mundo que se desarrolla por su propia inercia, con una personalidad diferente. El presidente de Olimpia no es la excepción. Introdujo en el chato mundo de dirigentes demasiado tradicionales un estilo que es un poco loco, y que hace que uno se pregunte si es realmente natural o es un ardid astutamente urdido por un hombre que quiere sacarle provecho a todas las circunstancias, incluso, propiciando la ira de sus propios compañeros de directivas, la mayoría de ellos, a pesar de jóvenes, formados en la escuela tradicional y conservadora, en desacuerdo con su manera de conducir las cosas.
Primero se fue Marcos Caner, su vicepresidente, al que acusa de robarle al club con la contratación de Matías Donnet, en contubernio con el técnico Nery Pumpido con quien tiene profundas divergencias en los manejos tácticos del equipo profesional. Ayer por Facebook renunció al cargo de tesorero Marco Trovato, otra joven promesa de la nueva hornada de dirigentes que trajo con su asunción al cargo.
Se ha ganado enemigos en la dirigencia de los clubes adversarios y en el propio comité ejecutivo de la Asociación Paraguaya de Fútbol, a quienes ha tratado de piratas espadachines al servicio de Horacio Cartes. Es un idioma peligroso, especialmente, cuando esa dialéctica lo va arrinconando en una soledad que puede determinar la pérdida de su mejor capital, la campaña deportiva. Hoy ya no es el superfavorito, perdiendo puntos en los últimos partidos su holgada ventaja ha desaparecido y hoy comparte con Nacional la punta de la tabla con un partido pendiente a favor de la Academia, que a partir de este miércoles, puede pasar a ser el único líder, desplazando por primera vez a Olimpia de esa ubicación.
Solo el título justificará la conducta y la peculiar dialéctica de Recanate. Si lo gana, todos lo venerarán y pasará a la historia como el primero que logra algo tras la larga y rica historia del inolvidable Osvaldo. Si no lo gana, será la risa de todos y se sumará a larga lista de fracasados y su revolucionario estilo no pasará de ser una fanfarronada más.
Fuente: Paraguay.com
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